Son las 8 de la mañana, tu hijo no tiene intención de levantarse de la cama, de hecho se tapa hasta la cabeza (quizá ocultándose con la sábana, no te des cuenta de que está ahí)… Las tostadas se queman, el café se te enfría… aún no has terminado de vestirte, y no paras de dar carreras por la casa a la par que gritas:
¡¡Vamossss que llegamos tarde!!… ¡Levántate! ¡Vístete!… ¡A desayunar!… ¡Mañana te acuestas una hora antes!… Siempre igual…. Uffff…
…¿A quién no le resulta esta escena un tanto familiar?…
Si has experimentado alguna vez alguna vez una situación parecida, no estás solo, de hecho, ni siquiera te sales de lo común.
El ritmo diario, las prisas, el estrés, los conflictos con nuestros hijos…etc… nos hacen correr, correr por la vida, sin darnos un respiro para analizar cuántas batallas libramos cada día, con suerte de poder decir que salimos airosos en alguna de ellas.
A la mayoría de los padres les surgen muchas dudas sobre la educación de sus hijos, se hacen muchas preguntas, incluso pueden llegar a tener sentimiento de culpa por creer o interpretar que no lo están haciendo bien.
¿Cuál es la mejor manera de educarlos?, ¿Debemos enseñar del mismo modo que nos enseñaron a nosotros?, ¿Cómo podemos enseñarles cualidades y valores para el día de mañana?, ¿Qué están aprendiendo mis hijos actualmente para su vida en el futuro? … cuando nos hacemos este tipo de preguntas, nos puede asaltar una gran duda que quizá sea nuestro “miedo a equivocarnos” a una pregunta que más de una vez nos hemos hecho;
¿Lo estoy haciendo bien?
Me gustaría invitarte reflexionar. Tómate unos minutos y escribe una lista de retos diarios en los que te encuentras cada día y que puedan generar conflictos en casa, como por ejemplo podrían ser:Berrinches, peleas entre hermanos, falta de empatía, desobediencia, gritos, falta de comunicación, pereza, falta de tiempo, inseguridad, luchas de poder, falta de comunicación… etc…
Una vez tengas tu propia lista con tus retos diarios, (pueden ser los que he nombrado o puedes añadir o modificar algunos), vamos a hacer un ejercicio de auto reflexión.
Imagínate dentro de 20 – 30 años, los años suficientes para que tus hijos ya no vivan en casa, ya son adultos. Estás en el sofá de tu casa y suena el timbre de la puerta. Es uno de tus hijos. Piensa sólo en uno de ellos si tienes varios. Ya tiene unos 30 años, es adulto. Cierra los ojos unos minutos e imagínate con qué tipo de persona quieres encontrarte, qué características vienen a tu mente para describir como te gustaría que fuese a tu hijo/a. Lo más probable es que hayas imaginado a una persona feliz, independiente, colaboradora, generosa, trabajadora, educada, consciente, asertiva, cariñosa, familiar, agradable, sociable, responsable… y un largo etc…
Ahora volvemos a nuestra vida actual…
¿Qué estamos haciendo hoy para conseguir que nuestros hijos gocen de esas características con las que nos los hemos imaginado?
En los conflictos familiares y retos diarios a los que sobrevivimos es donde encontramos la clave de la educación.
Cada vez que nos enfrentemos a un reto disponemos de una maravillosa oportunidad para enseñar habilidades sociales tales como resolución de problemas, responsabilidad, cooperación, empatía…etc
Desde esta perspectiva para la educación a largo plazo de nuestros hijos, ya no cabe sentirnos culpables, sino progresar, avanzar y seguir mejorando.
Igual que les ayudamos a preparar la mochila para ir al cole cada mañana y comprobamos que no falte nada que puedan necesitar cuando nosotros no estemos, es quizá más importante prepararle la mochila para la vida, para el futuro, y para el día a día mientras van creciendo.
Esta mochila la vamos a ir llenando de valores y cualidades personales indispensables para la vida, que a todos nos gustaría tener, aprender o mejorar.
Actualmente con el avance de las ciencias y centrándonos en mi formación como neuroeducadora, tenemos una gran ventaja respecto a las generaciones pasadas, ya que a día de hoy conocemos cómo funcionamos a nivel cerebral, cómo actúan nuestras neuronas, cómo se genera un recuerdo y el porqué de nuestras emociones y reacciones inmediatas ante una situación.
Es por ello que el comportamiento tanto de un menor como de un adulto será adecuado si tenemos en cuenta una serie de características de nuestra especie humana, como es nuestro instinto primario y primitivo de supervivencia. Todo lo que podamos interpretar como una amenaza, hace que nuestro organismo reaccione de forma inmediata, ya sea en defensa, ataque, sumisión a paralización de la acción.
Poco a poco ampliaremos diferentes artículos de forma más concreta herramientas:
Disciplina Positiva para manejar retos diarios.
Hablaremos sobre neuroeducación para comprendernos y conocernos a nosotros mismos, analizaremos el mensaje oculto detrás de una mala conducta, desarrollaremos conceptos básicos para lograr la atención de nuestros pequeños, conexión emocional, motivación, cooperación familiar, reconocimiento de errores, búsqueda conjunta de soluciones y un largo etcétera…
Mientras tanto cierra los ojos, respira…
Y recuerda que no estás sólo en esta maravillosa labor de la educación a los adultos del futuro.
Os dejo un bonito vídeo para que os inspire : Perfect World de Katie Melua
Mª Carmen Cabezas Romero
Educadora de familias certificada en Disciplina Positiva
Formación en Inteligencias Múltiples
Neurociencias y Liderazgo
Capacitación Docente en Neurociencias
“Maestro es alguien que inspira para la vida” César Bona