Publicación nº9, 18 de septiembre del 2017
Tras el regreso de las vacaciones se me ha ocurrido una obviedad que a veces quizás olvido.
Recuerdo una conversación con mi amiga Magda, en la que hablábamos de que cuando intentamos corregir una actitud en un niño o una niña, tenemos la sensación de que no nos escuchan, sobre todo porque cuando se vuelve a producir la situación actúan de la misma forma, es decir como si no le hubiéramos dicho nada.
Esta situación causa un poco de frustración entre padres y madres, pero mirado en perspectiva (quizás porque juego con ventaja porque los míos son ya adolescentes), creo que lo que realmente ocurre, es que a veces nos puede la impaciencia.
“Nos gustaría que nuestros hijos e hijas aprendieran rápidamente, exactamente en el mismo instante en el que le estamos dando las explicaciones, y a veces olvidamos que la educación es un largo camino que recorremos día a día, despacito….mirando de disfrutar de cada instante»
Durante las vacaciones como sabréis los que nos habéis seguido en Instagram, hemos estado de ruta por España y lo hemos pasado en grande visitando tanto grandes ciudades como pequeños pueblecitos que aprovechan el periodo estival para realizar sus celebraciones veraniegas con: conciertos, concursos gastronómicos, celebraciones ancestrales, etc..
Todos los pueblos y ciudades que hemos visitados nos han aportado alguna cosa fantástica, de todos hemos aprendido algo: ya sea a través de sus lugares, su gente, su gastronomía, su cultura, etc., pero, a lo que iba, también me han recordado que el objetivo de la ruta no era llegar a un lugar en concreto, sino ir aprendiendo y disfrutando del camino; día a día.
Ir disfrutando de cada lugar con su idiosincrasia. Por esta razón y haciendo un símil educativo se me ha ocurrido que a veces los aprendizajes que pretendemos para nuestros retoños llegan, pero probablemente no en el mismo instante en que nosotros lo pretendemos, sino un poco más tarde. La buena noticia es que si somos constantes, consecuentes y pacientes, todo llega ….